Persiguiendo las olas para obtener energía

El oleaje de los océanos podría contener energía suficiente para surtir de electricidad a todo el planeta. No existe un solo artilugio para transformar la bravura de las olas en energía sino varios. ¿Cómo aprovecharlo?

El oleaje de los océanos podría contener energía suficiente para surtir de electricidad a todo el planeta. No existe un solo artilugio para transformar la bravura de las olas en energía sino varios. ¿Cómo aprovecharlo?

 

No solo los surfistas viven atentos a las olas. En Australia, Alaska, Finlandia, Escocia y el norte de España hay cientos de científicos pendientes de su vaivén, ya sea verano o invierno. No en vano se cree que el oleaje de los océanos contiene energía suficiente para surtir de electricidad a todo el planeta.

Con la ventaja de que hablamos de una energía renovable, que no contamina ni un ápice, sin impacto paisajístico y más eficiente que el sol y el viento juntos. Las cifras hablan por sí solas: se calcula que se trata de una energía 5 veces más concentrada que la eólica y 30 veces más que la solar.

¿A qué esperan entonces? ¿Cuál es el problema? Muy sencillo. Si nos hablan de energía solar enseguida se nos viene a la mente un brillante panel solar. Y en el caso de la energía eólica, todos la asociamos de inmediato a esos colosales molinos blancos de tres aspas colocados sobre colinas donde sopla el viento. Lo de la energía undimotriz -así se llama la energía de las olas- es harina de otro costal.

Porque no existe un solo artilugio para transformar la bravura de las olas en electricidad sino varios: desde serpientes ondulantes hasta colosales boyas, diques flotantes o turbinas que emulan arrecifes. Algunos dispositivos transforman el movimiento en corriente eléctrica in situ, al instante, y la envían a tierra firme mediante cables submarinos.

Otros trasladan la energía mecánica en bruto a la superficie. Y resulta que ninguna de las tecnologías se ha impuesto de momento. Es más, saber cuál de las múltiples opciones se quedará es difícil. Muchos expertos sospechan incluso que la solución definitiva, eficiente y robusta, aún no se ha inventado. De hecho, las opciones actuales son tan costosas que ningún gobierno está dispuesto a invertir en ellas.

A los escollos a superar se suma que el agua salada es un entorno hostil, en el que cualquier material sufre y se desgasta rápido. Por no hablar de las dificultades del mantenimiento en alta mar. O de que para aprovechar la ola no basta medir su altura: el periodo de su vaivén también importa. Así las cosas, es comprensible que la energía undimotriz esté en el mismo punto que estaban la eólica y la solar hace tres décadas.

Con todo, los ingenieros no se rinden. Siguen buscando su ola, convencidos de que, si llegan a buen puerto, podrían revolucionar el suministro energético del planeta azul. De momento se ubican en pequeñas empresas como Carnegie Wave Energy limited, en Australia, que ya trabaja con boyas que generan 1000 kW. En Gran Bretaña, la gran isla, tampoco le quitan ojo a la undimotriz.

En las Islas Orkney, el Centro Europeo de Energía Marina está haciendo ensayos prometedores. Y la británica Seatricity trabaja con enormes y prometedores flotadores generadores de electricidad (puedes verlo en este vídeo). Más cerca, en Mutriku (Guipúzcoa), una planta pionera de energía undimotriz proporciona electricidad para 100 familias al año y sirve de plataforma de ensayo para nuevas tecnologías. Quizás una de ellas llegue para quedarse para siempre. (HERALDO ESPAÑA)

14/09/2017

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